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Mi vida en el basquetbol o de cómo los demás sí estaban mal y yo no

Ahora que los deportes además del futbol están tratando de conseguirse un lugar que valga la pena en la televisión (ejemplo: el box de vuelta las noches de sábado desde hace un par de años), en TV Azteca pasan el basquetbol (así, con q, porque una vez una maestra me regañó por escribirlo en inglés) a las 112 de la noche los sábados, después del box. Suele olvidárseme, pero cuando lo cacho es como "¡Uh, programación de última hora para conseguir audiencia nocturna!" y lo veo. Cuando era niño compraba tarjetas Topps y Upper Deck de basquet y futbol americano aunque no sabía nada de eso. Básicamente, las compraa porque podía, yo y todo el mundo desde que en la Comercial Mexicana alguien abrió un stand, lo manejaba un gordo de pelo largo negro chino, le decíamos Irvin y era la versión 1993 del gordo de la tienda de comics de los Simpsons. El caso es que cuando ponían estos deportes en la tele y los veía pensando que la emoción de las tarjetas podía trasladarse a la tele me decepcionaba y aburría como nunca. Tiempo después, en 1999, con la huelga de la UNAM yo tenía mucho tiempo libre, mismo que ocupaba viendo Pokémon, pero un amigo, el judío, se encargaba de sacarme las mañanas de domingo a jugar basquetbol en la delegación. Era horrible. En primer lugar yo odiaba despertarme temprano (a las 9 o 10), en segundo, odiaba el basquet, y en tercero, odio y siempre he odiado la competencia, siempre, es mi lema: si necesitas competir, es que, bueno, no sé, no me gusta. El caso es que además de todo esto, el domingo eran las competencias en al delegación Benito Juárez, de manera que teníamos que jugar en los medios tiempos. Quien quiera ver a dónde se van todas las chicas que trabajan como domésticas en la Del Valle cuando no van a la Alameda, vayan allí. Pensándolo en su momento era lindo, chicas de 17 que parecían de 27 jugando con zapatos de tacón. Hoy día, como todo, se me hace un poco triste. En fin, el punto de este post es que el judío era bueno jugando. Es extraño: el judío no era un gigantón de 1.90 ni mucho menos, pero jugaba cabronamente bien, le gustaba. Obvio, si quieres jugar en una cancha pública, tienes que hacer reta, entonces yo, el amo de la competencia y la lentitud, jugaba con ñores de 48 que sentían una superioridad moral BRUTAL (el deporte es el peor consejero, en serio, a menos que también tengas un trabajo, pero si el deporte es todo tu universo moral, valiste), con chavos de familias adineradas que eran lame, con chicos solitarios. Una cosa que recuerdo es que la mayoría de los que jugaban mejor que yo (mi única arma era un tino increíble pero una capacidad de movimiento seminula), es decir todos, hacían jugadas tipo caminar y pasarse el balón por debajo de las piernas. Esto era un tope: era algo que yo ni siquiera imaginaba cómo se hacía y en mi vida he entendido cómo hacerlo, creo que requiere una coordinación imposible para mi. También ese movimiento donde giran el balón en el índice (esto lo hacía mi primo, que se parecía a Scottie Pippen como no tienen p*ta idea, lo confundía con un poster que tenía, era rarísimo). El caso es que yo odiaba este movimiento bajo las piernas, para mi era una señal de fantochismo gigantesco y casi una burla contra mi, el pobre gordo que dibujaba pokemones en block de bolsillo Jean Book. En serio, lo veo y me dan ganas de darle un puñetazo en la cara a todo aquel que hace ese movimiento de pasar el balón bajo las piernas. El basquetbol dominical no duró toda la vida, pero sí un rato, como un año, creo. Después de eso el baquetbol no volvió a mi vida salvo en la prepa en contadísimas ocasiones. Hasta ahora, que pasan el basquet en el 7 el sábado a las 12 de la noche. Noté, después de un tiempo, que NADIE hace el movimiento debajo de las piernas, absolutamente nadie, son prácticos y rápidos, y no se andan con mamadas fantoches. Supongo cuando ganas, como salario mínimo, $700,000 dólares al año no tienes por qué hacerlo. Fue como una especie de ocasión rara en que el mundo esta vez se pone de mi lado y me apoya moralmente.

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